Fue una conferencia de moda de 5 días, en Cartagena. Los outfits fueron preparados con meticulosidad. Las sandalias negras Kenneth Cole eran tan prácticas y elegantes, que me sirvieron tanto como para montar en bus y recorrer la ciudad aparte de las bonitas murallas, como para eventos y galas, y todas esas cosas. Perfecto.
No pudo durar. A los tres días de caminar casi ampollada por Bocagrande y por las empedradas calles de la Ciudad Vieja, las mandé al demonio, y los zapatos que sustituyeron mi adoración fueron unos crocs chinos de diez mil pesos con los que jamás me sentí tan agradecida por consentir mis pies. La funcionalidad mató todo lo que yo pudiera determinar por elegancia.
Más allá de eso, y viendo hoy las diatribas contra los famosos zapaticos que son recurso de médicos, viajeros infatigables o de gente que sencillamente quiso usarlos en la vía pública, pienso que los usaría. Porque más allá de su aparente fealdad o falta de estilo, hay miles de decisiones (como todas las anteriores) que están detrás de su uso. Así como los de los jeans sin bolsillo, que fueron en principio pensados como motores de deseabilidad, o las lentejuelas, donde juega la ostentación y el riesgo.
Estas, como muchas otras, son prendas satanizadas por su supuesta falta de gusto, pero que alguna vez, por un capricho construido o por algún gran nombre de la industria, llegan a la pasarela y se instauran en el mundo de las tendencias. Pueden decírselo a Stella McCartney con sus zapatos chatos, o a Celine, con sus chancletas de hombre. La moda es tan relativa que lo que hoy es considerado un crimen, quizás pueda ser el must en 10 años.
Sí, es un hecho que las personas actualmente se vayan interesando por cómo construir una mejor versión de sí mismos. No por nada las marcas, los medios y los expertos se ven inundados con preguntas acerca de cómo verse para ciertas ocasiones. Pero ¿qué pasa con los que les importa un reverendo rábano? ¿Es necesario que exista una Stacy y un Clinton por cada persona que un día decidió usar unos crocs con un poncho y peinado de samurái japonés solo porque estaba inspirada? ¿No que ahora el lema de la moda es encontrar la propia individualidad (guiño guiño) a través de ciertas marcas o looks representativos?
Siguiendo esta premisa, hallo incoherente que exista una metodología del vestido. Lo que está “bien” o está “mal”. Y sobre todo, cuando lo que está demasiado “mal”, puede ser inspiración potencial para una pasarela. ¿Por qué está bien, entonces, recrear el look homeless, supuestamente evocador de un estado negativo de la sociedad, y por qué está mal que alguien use leggings si no tiene las piernas de Giselle Bundchen? No hallo la razón de que alguien lo determine, aún más cuando el estilo es una expresión genuina de las sociedades, no solo la que siempre se vende en redes sociales pijas o fuera de las pasarelas de cualquier Fashion Week.
Por todas estas razones, y porque francamente adoraría ver la reacción de más de una clon barata de Olivia Palermo, usaría unos crocs con lentejuelas en la calle. Por ver de nuevo esas caras, como las que vi en la estirada Ciudad Vieja, llenas de horror y estupefacción ante lo que ellos consideran un crimen de la moda, pero que para mí, como para muchos, es un elemento natural, y hasta interesante de la vida.
Excelente, a mi me pasa lo mismo cada vez que voy a Cartagena, ya no puedo caminar con mis habituales sandalias… por mi de verdad usaría todo el tiempo mis Crocs, la verdad los de imitación no me gustan mucho porque algunos se ven de material de mala calidad. Por ahora los uso para la comodidad de mi casa en Bogotá y para salir a la tienda o al cc de al lado. Y de acuerdo, la moda la hace cada uno según su gusto y comodidad.
¡Hola Giselle! Nos alegra saber que te gustó el artículo y que compartas tu opinión al respecto. Al final la moda se trata de reflejar quien eres y estar a gusto contigo misma. ¡Bienvenida a la comunidad más Glam! :)